Comentario
La fundición de pequeños bronces, que tanta fama había dado a Antico a principios del XVI, fue impulsada sobre todo por Giambologna que, tanto en motivos tomados a la escultura clásica como a sus propias estatuas mayores, divulgaron estas microesculturas gratas a coleccionistas. El Arqueológico y el Museo Lázaro Galdiano ofrecen versiones menudas del Neptuno de Bolonia o del Mercurio volador, y hasta algún retrato de Carlos V. También Benvenuto Cellini se expresó en escala menor y como pequeños bronces del mejor Manierismo maduro concibió las cuatro estatuillas de Mercurio, Dánae, Júpiter y Minerva del pedestal de su Perseo en la Loggia dei Lanzi (1554).
Entre las pequeñas esculturas en metal que siguen produciéndose en las décadas del Manierismo una, que se dice labrada en plata por Miguel Angel, tuvo en España considerable difusión que está ligada a obras de Montañés, Velázquez y Alonso Cano. En realidad sólo se relaciona con el dibujo de la Crucifixión de Buonarroti del Museo Metropolitano de Nueva York el Crucifijo de plata que trajo a Sevilla en 1579 el platero italiano Juan Bautista Franconio, del que repartió copias, alguna policromada por Francisco Pacheco, y que debe aproximarse al modelado por el manierista buonarrotesco Jacopo del Duca.
La medalla continuó siendo motivo de lucimiento para especialistas y grandes escultores, como el propio Cellini, autor de las medallas de Francisco I de Francia y del Papa Clemente VII (1534), con la Paz quemando armas en el reverso.
En su Autobiografía, Benvenuto hace una apasionada defensa de las posibilidades y técnica (vaciado o acuñación) del arte medallístico. Otro de sus afamados cultivadores fue Alessandro Cesati, el Greccheto, que trabajó en la ceca papal y acuñó hacia 1545 una medalla para Paulo III con Ganímedes y un águila en el reverso. El más importante medallista del segundo Manierismo es el escultor aretino, establecido en Milán, Leone Leoni, que utilizaba la técnica del vaciado para sus medallas muy realistas en su fino detalle, de Andrea Doria, del mismo Miguel Angel, y las varias que dedicó a Carlos V. Su arte tiene habilísimo continuador en Jacopo da Trezzo (en España llamado Jacometrezo), que trabajó en El Escorial para Felipe II, y también en Antonio Abondio. Otros autores de medallas manieristas son el sienés Pastorino, activo en Siena y Florencia, Ruspigiari, de Reggio Emilia, y Andrea Cambi, Bombarda, de gran virtuosismo en telas y joyas de los bustos femeninos.
La orfebrería alcanzó en el Manierismo un lujo extraordinario y su pieza más famosa, el Salero de Benvenuto Cellini (h. 1540) para Francisco I de Francia (Museo de Viena) es a la vez un precioso grupo escultórico de Tellus y Neptuno en oro, plata y esmalte. Se conservan de Cellini bastantes dibujos de copas, saleros, bandejas, vasos de perfume (Uffizi), de exquisita motivación en grutescos y mascarones, pero apenas se han conservado piezas labradas por él, pese a que su fama ha hecho que se le atribuyan joyas que no son suyas. En las joyas, especialmente pendientes, collares y sortijas de las damas, como demuestran los retratos de Tiziano, Bronzino o Parmigianino, se montan en oro profusión de perlas y pedrería, y son abundantes los camafeos.
La talla de cristal de roca cuenta en los años del Manierismo avanzado con excelentes expertos que continúan el auge logrado por Valerio Belli o Giovanni dei Bemardi en la primera mitad del XVI. Annibale Fontana (1504-1587) es autor de la Cassetta Albertina (hacia 1570) con dieciséis placas grabadas con episodios bíblicos, conservada en Munich, y a Fontana también se atribuye la hermosa arqueta de Isabel Clara Eugenia (antes de 1585) en el Palacio Real de Madrid, con placas elípticas de cristal de roca con alegorías de los cuatro elementos y las cuatro estaciones, cuya montura de plata dorada lleva esmaltes, camafeos, perlas pedrería preciosa (Palacio Real, Madrid). También los hermanos Antonio y Simone Sarachi, establecidos en Milán, trabajaron el cristal de roca. Son suyos el frasco de jaspe (Florencia) y el aguamanil con escenas de la vida de José (1570-80). Atendieron encargos del emperador Rodolfo II. De su estilo hay piezas en el Museo Lázaro Galdiano.
En Florencia sobresalió el taller de piedras duras fomentado por los Médicis, que produjo amplio repertorio de piezas de vajilla, joyeros, copas y acetres, bien ejemplificados en el Museo del Argenti. Una de las piezas más espectaculares de este museo es el ánfora de lapislázuli y oro, ejecutada sobre diseño del arquitecto Bemardo Buontalenti, por el orfebre Bilibert, hijo del pintor de igual apellido, para Francisco I de Médicis en 1583, obra de esbelto perfil y admirable técnica.
La miniatura gozó en esta etapa de esmerado cultivo, aunque limitado por el auge de los libros impresos. Además de ejercitarla para Paulo III el polifacético Cellini, el nombre más ilustre en el Manierismo es Giulio Clovio, de origen dálmata y cuyo retrato pintó su amigo El Greco, a quien recomendó ante el cardenal Farnesio.
En la vidriería de Murano se introduce a mediados del XVI la técnica del vidrio de filigrana, caracterizada por caños blancos introducidos en la masa de vidrio transparente, en líneas paralelas o reticulares.
El grabado presenta la novedad del abandono de la xilografía y su sustitución en torno a 1570 por el grabado a buril, por iniciativa del holandés activo en Venecia Cornelis Cort, que obtuvo de Tiziano autorización para reproducir sus pinturas, pasando luego a Roma donde copió obras de Federico Zuccari y Baroccio, en las que emplea líneas grabadas de anchura variable según la presión de la mano, que asimismo utiliza Agostino Carracci.